Arabia y los Orígenes del Islam
El siglo VI contempla la irrupción en el mundo entonces conocido de una nueva religión monoteísta revelada y universalista, que contiene en su seno todos los elementos de una gran civilización, puesto que es a la vez «Religión, Mundo y Estado», al mismo tiempo que Ley (la sharía), moral, forma de vida y cultura. Y esta religión, que, al igual que el cristianismo y el judaísmo, marcará el futuro de la humanidad, nace en el desierto de Arabia para conocer, entre los siglos VI y IX, una extraordinaria expansión y entrar en el siglo X en decadencia, aunque justo cuando el Islam árabeberéber es atacado por todas partes, será capaz de iniciar una nueva expansión dirigida a la conquista del Extremo Oriente y del África negra. El dogma fundamental del islamismo es la unicidad de Dios, contenida en la fórmula: «No hay más Dios que Alá, y Mahoma es su Profeta».
la Arabia preislámica
La península de Arabia se halla situada en el sudoeste de Asia, junto al golfo Pérsico y el océano Índico, mientras que el mar Rojo la separa de África. Comprende la «Arabia Felix», montañosa y llena de verdor (el Yemen), y la Arabia de los desiertos, inmensa extensión de arena y rocas, sembrada de oasis de palmeras de dátiles.
A comienzos del siglo VII, Arabia estaba poblada por beduinos nómadas, que conducían sus rebaños de cabras y sus caravanas de camellos, mientras los que habitaban en las ciudades se dedicaban fundamentalmente al comercio, exportando dátiles, perfumes y productos de lujo procedentes de la India y de Etiopía.
Nómadas o sedentarios, estos pueblos estaban agrupados en tribus formadas por varios clanes, que concluían alianzas entre sí para enfrentarse a las tribus enemigas. Existía una vieja oposición entre las tribus yemeníes o árabes del sur, más ricas y abiertas a otras culturas, y las nizaríes o árabes del norte, apegadas a sus enraizadas tradiciones ancestrales.
Al margen de algunas tribus judías y de ciertos núcleos cristianos, que les habían familiarizado con un Dios Supremo, Alá (Allah), eran politeístas que temían a los djinns, espíritus malignos, y veneraban a muchos ídolos, entre los cuales destacaban el gran dios Hobal, al-Lat, la diosa de la fecundidad, al-‘Uzza, la «muy poderosa», y Manat, la diosa del destino de los hombres, divinidades que atraían a numerosos peregrinos y que hacían del santuario de la Kaaba, en la ciudad de La Meca, el principal centro de peregrinación de todos los pueblos beduinos de Arabia.
Tierra de encuentros
Arabia era la tierra donde se entrecruzaban dos grandes imperios en decadencia: el imperio bizantino al norte, heredero de la tradición pagana grecorromana, pero dominado por judíos y cristianos, y el imperio persa de los sasánidas al este, que había sido capaz de derrotar a los bizantinos y recrear la gran civilización oriental. Al norte de éstos estaban los reinos de los lajmíes de Hira y los gassaníes de Siria, que habían entrado en contacto con las civilizaciones persa y bizantina. La zona costera estaba poblada por marineros que emigraban a la costa africana, al sur de la India y a Insulindia. Las ciudades más importantes eran La Meca y Yatrib, posteriormente llamada Medina. Ambas eran centros caravaneros y emporios mercantiles, ya que se encontraban en la ruta más importante que enlazaba el Extremo Oriente y Siria.