EL IMPERIO EGIPCIO
Los imperios del antiguo Egipto
Un sacerdote de la época helenística, Manetón, escribió una historia de Egipto. Gracias a ella se puede saber que los monarcas egipcios se agrupaban en dinastías, de las que Manetón señala veintisiete hasta la conquista de Egipto por los sirios.
Los monarcas egipcios eran llamados faraones y ejercían una autoridad absoluta, de naturaleza divina. Todas las dinastías egipcias se agrupan en tres imperios: el Imperio Antiguo, que se inicia hacia 3000 a.C., el Imperio Medio, a partir de 2040 a.C., y el Imperio Nuevo, desde 1552 a.C. hasta la conquista por los asirios en 664 a.C.
El Imperio Antiguo
Menes, a quien se identifica con Narmer, está considerado el fundador de la primera de las diez dinastías que forman el Imperio Antiguo. Las dos primeras son llamadas tintas, por el nombre de su capital, Tinis, situada en el Alto Egipto.
Con Jasejemui acabó la II dinastía. Su hijo, Zoser, inició la III dinastía y el período menfita, que perduró hasta la X dinastía. Durante el reinado de Zoser, que extendió su dominio hacia el sur, se construyeron las pirámides escalonadas. Los faraones de la IV dinastía, Keops, Kefrén y Micerinos; edificaron las grandes pirámides para asegurarse la inmortalidad, pues en esta época sólo el faraón y sus mandatarios tenían acceso a ella. El Imperio Antiguo llegó a su máximo esplendor con la V dinastía, que fue iniciada por Usirkaf, hijo del gran sacerdote de Ra.
Esta divinidad alcanzó entonces el apogeo de su culto y sus sacerdotes se convirtieron en los árbitros del gobierno. Durante este período se realizaron múltiples expediciones (Biblos, Libia, Nubia, etc.). Cuando, a mediados del III milenio a.C., se inició la VI dinastía, ya se apreciaban signos de decadencia: el poder del faraón se debilitó y la nobleza y los jefes de los nomos (provincias) se disgregaron. Con la VII dinastía se abrió una época de subversión que duró doscientos años. Los faraones de las cuatro últimas dinastías del Imperio Antiguo nada pudieron hacer para enderezar el caos que se había apoderado del imperio. Los príncipes de Tebas acabaron con este período de decadencia.
El Imperio Medio
Hacia el año 2000 a.C., Egipto se recuperó gracias al gobierno de la XI dinastía, originaria de Tebas. La dinastía XII marcó uno de los momentos de esplendor del Egipto Antiguo y contó con importantes faraones, como Amenemhat I, Senusret I, Amenemhat II, Senusret II, Senusret III y Amenemhat III. Todos ellos llevaron a cabo victoriosas campañas militares. Se había restaurado el poder del faraón, se protegía a los pequeños propietarios y la burocracia estaba bien organizada. Además. estos faraones fueron grandes legisladores y los nomos mantuvieron su ascendencia. Con el Imperio Medio aparecen los primeros signos de democratización, que se manifiestan en un hecho tan trascendental para sus ciudadanos como el derecho a que la momificación dejara de ser un privilegio de los faraones y de los ricos, para permitir que el pueblo tuviera también acceso a la inmortalidad. Con la XIII dinastía, Egipto se vio envuelto nuevamente en el caos y otra vez se separaron el Bajo y el Alto Egipto. Durante la XIV dinastía penetraron por el delta los hicsos, cuyo perfeccionado armamento les permitió imponerse rápidamente. El más poderoso de sus monarcas fue Khian, que ocupó el Bajo Egipto y se mantuvo en el poder cuando los tebanos iniciaron la reconquista.
El Imperio Nuevo
El príncipe tebano Amenhotep (Amenofis) logró la expulsión definitiva de los hicsos y fundó la dinastía XVIII, bajo la cual Egipto alcanzó su máximo poderío. Le sucedió Amenhotep I (1558-1545 a.C.). La prosperidad general posibilitó las grandes construcciones. Tutmés I (1545-1514 a.C.) inició la conquista de Siria y llegó hasta el Éufrates.
A su muerte, le siguió un período de confusión que terminó con Tutmés III (1501-1474 a.C.). Este faraón realizó quince campañas sobre Siria, sometió a Fenicia, venció al rey de Mitanni y atravesó el Éufrates. Egipto se convirtió entonces en el país más importante de Oriente. Durante los dos reinados siguientes se vivió una época de paz. Amenhotep IV (1369-1353 a.C.) llevó a cabo la reforma religiosa que consagraba a Atón como único dios. En su honor cambió su nombre por el de Ajenatón. Descuidó la defensa del imperio y se perdió el norte de Siria y la alianza con Mitanni. Su sucesor, Tutankhamón, se vio obligado a restablecer el culto tradicional porque los sacerdotes y el pueblo se opusieron a la reforma anterior. El segundo monarca de la XIX dinastía; Sethi I (1314-1292 a.C.), reanudó las expediciones a Siria y venció a los hititas. Su hijo y sucesor, Ramsés II (hacia 1301-1224 a.C.), representó el último gran momento de Egipto. Reunió un enorme ejército para reconquistar Siria, empresa que le enfrentó a los hititas. Le sucedió Menefta, que tuvo que frenar (1221 a.C.) las invasiones de los libios y de los pueblos del mar (los pueblos de Asia Menor y los aqueos, expulsados de sus tierras por los indoeuropeos y los dorios).
A continuación se abrió un período de anarquía que terminó al subir al trono Sethnajt, que restableció el orden e inauguró la XX dinastía. Su hijo, Ramsés III (1198-1167 a.C.), logró rechazar a los pueblos del mar, pero con la crisis de la XX dinastía se perdieron Nubia y Palestina. Además, el imperio se debilitó por la corrupción de la burocracia, las exigencias del clero de Amón y las pretensiones de los jefes militares libios, asentados en el Delta, que dieron vida a algunas dinastías posteriores, conocidas como libias. La restauración del Egipto clásico vino de nuevo del lejano sur, de Nubia, con la dinastía XXV, que impuso otra vez la soberanía de Tebas y de los sacerdotes de Amón.